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Las tragedias en el futbol es algo de lo que no se ha aprendido

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Indonesia es el último caso de las tragedias que se pueden vivir en los estadios 

La policía dispara gases lacrimógenos, cunde el pánico y la gente corre hacia las salidas. Se amontonan frente a ellas y descubren que los portones están cerrados. El estadio se convierte en una trampa mortal.

En medio de la desesperación por escapar, la gente muere aplastada o asfixiada.

El fútbol no parece aprender de sus errores. Lo sucedido el fin de semana pasado en un estadio de Malang (Indonesia), donde 131 personas, incluidos algunos niños, fallecieron en una estampida, es un calco de lo acontecido en el Estadio Nacional de Lima cuando 328 personas fallecieron en 1964, o de los sucesos en un estadio de Accra (Ghana) en el 2001, con un saldo de 126 personas muertas.

El deporte más popular del mundo atrae a menudo vándalos y genera rivalidades que derivan en enfrentamientos violentos. Pero en el estadio del club Arema de Malang no se había permitido el ingreso de hinchas de su acérrimo rival. Estaban solo los aficionados locales y la policía.

“No hubo un solo hincha rival. ¿Cómo puede ser que haya habido más de 100 muertes?”, preguntó entre sollozos Gilana Widya Pramana, presidente de Arema.

Igual que en Lima, en Accra y en otros incidentes de este tipo, la responsabilidad recayó en la policía, que tuvo una respuesta desproporcionada cuando algunos hinchas invadieron la cancha tras la derrota del equipo local, según los entendidos.

Los expertos coinciden en que casi siempre las peores tragedias registrada en el fútbol fueron producto de una respuesta exagerada de la policía y de la falta de medidas de seguridad apropiadas en los estadios. Los entendidos dicen que jamás se debe apelar a los gases lacrimógenos.

Tampoco se deben cerrar con candados las salidas.

“Muy rara vez los aficionados se matan entre sí”, dijo el profesor Geoff Pearson, experto en el tema de la Universidad de Manchester. “No se me ocurre una sola tragedia en la que los causantes no hayan sido estadios inseguros o un desempeño policial inapropiado”.

Indonesia, un país de 273 millones de habitantes que será sede de la Copa Mundial Sub20 el año que viene, es un “gigante dormido”, con una pasión por el fútbol que supera la de muchos de los países más aficionados a ese deporte, según James Montague, un periodista y escritor viajero que estudia ese fenómeno.

Dice que en sus viajes a Indonesia, donde asistió a numerosos encuentros y se mezcló con el público en las tribunas, encontró estadios “mayormente decrépitos”, corrupción e ineptidud en todos lados, así como una policía dispuesta a “darme bastonazos en la cara solo porque estoy parado allí, viendo un partido de fútbol”.

Se pensó que el tema de la seguridad en los estadios había entrado en una nueva era hace 33 años, luego del desastre de Hillsborough, donde 97 aficionados del Liverpool fallecieron aplastados en un estadio de Sheffield (Inglaterra) en 1989. Se culpó a la policía por haber permitido el ingreso de hinchas en una tribuna ya colmada, pero pasaron 27 años antes de que se destapasen las mentiras y los encubrimientos, ya que al principio se atribuyó la tragedia a hinchas borrachos.

El episodio generó profundas reformas en el fútbol inglés, donde mejoraron las medidas de seguridad y se alentó un cambio en los procedimientos policiales.

Las autoridades indonesias radicaron cargos contra seis personas, incluidos tres policías.

Montague, no obstante, dice que con frecuencia “el estado cierra filas” y no hay rendición de cuentas.

Un informe de la BBC con ocasión del 50mo aniversario de la tragedia de Lima reveló que un solo policía había sido condenado en relación con la peor tragedia en la historia del fútbol. Fue sentenciado a 30 meses de prisión. Más de 30 años después del desastre de Hillsborough, un solo agente fue hallado culpable de alguna falta. Su castigo fue una multa.

La justicia encontró justificado el accionar de la policía en Accra a pesar de que una investigación concluyó que había apelado en forma irresponsable a gases lacrimógenos y a balas de goma.

La FIFA recomendó que jamás se usen gases lacrimógenos en los estadios, pero no puede dictar lo que hace la policía, que se rige por sus propias normas.

“Todo gira en torno a la cultura imperante en la policía”, afirmó Ronan Evain, director ejecutivo de Football Supporters Europe, una agrupación que representa los intereses de los hinchas.

Lo que sucede en Egipto refleja la incapacidad de la policía para lidiar con desmanes en los estadios. En el 2012 fallecieron 74 personas en un campo de fútbol, en un país donde la policía recurre insistentemente a la fuerza para reprimir incidentes. Decenas de aficionados murieron en enfrentamientos con la policía en los estadios y fuera de ellos y algunos grupos de aficionados fueron declarados organizaciones terroristas porque critican al gobierno egipcio, que ha sido acusado de violaciones a los derechos humanos.

Las autoridades del fútbol están atadas de manos.

Pearson sostiene que la policía “debe admitir sus errores y aprender de ellos”. Pero le cuesta hacerlo.

La tragedia de Hillsborough dio paso a efectivas reformas en Inglaterra. Sin embargo, no sucedió lo mismo en el resto del mundo.

Y escasos días después del desastre de Indonesia, la policía disparó gases lacrimógenos y balas de goma en un estadio de Argentina, donde falleció una persona en medio del caos.

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