Tras más de un año de pandemia, los efectos del encierro han generado dos grandes grupos de niños: quienes han desarrollado habilidades cognitivas y de inteligencia emocional gracias a la compañía permanente de sus padres y, por otro lado, aquellos en quienes ha surgido inseguridad, aislamiento y depresión por la falta de armonía o resguardo seguro de su familia, advirtió el Dr. Raymundo Calderón, Director Nacional de Psicología de la Universidad del Valle de México.
El académico, explicó que, el hecho de que un niño tenga la oportunidad de ver físicamente a los papás de manera permanente, es un aliciente importante para el fortalecimiento de su seguridad, tiene un efecto tranquilizador, permite que el niño se sienta protegido y con una gran ilusión.
Sin embargo, recordó que el que estén acompañados no necesariamente significa que estén mejor atendidos, ya que para algunos padres ha aumentado la carga laboral, sumada a las responsabilidades de la casa; además que, si hubo inconsistencia emocional por parte de los padres de familia, desesperación, regaños o violencia, se trata de un niño en el que pueden surgir problemas, tanto cognitivos como de desarrollo psicosocial.
Ante estas circunstancias, con el regreso a la nueva normalidad que podría estar cada vez más próximo, este grupo de niños aumentaría su deseo de regresar a la escuela o de salir a jugar con sus compañeros, ya que tratará de sustituir el estado afectivo que no vivió en casa. Ahora bien, añadió el Dr. Calderón, si esta convivencia no se da en las condiciones esperadas -es decir, la interacción interpersonal como sucedía antes de la pandemia- es posible que se profundicen los niveles de frustración y con ello, se vea un incremento importante en la depresión infantil entre los escolares.
Raymundo Calderón recordó que la depresión es una sensación de pérdida de poder, es caer en una situación de tristeza como consecuencia de un sentimiento de falta de utilidad. Cuando la persona siente que puede realizar menos cosas, es cuando más vulnerable se siente y le embarga una sensación de tristeza, acompañada con ira y frustración.
“En el caso de un niño, la depresión puede ser generada por diferentes razones, primero, por lo que sucede en su casa, por ejemplo, cuando durante este año en casa no se dieron situaciones positivas y lejos de generar un ambiente de apoyo para el desarrollo humano en la parte social y afectiva, se vivieron situaciones negativas, como el maltrato”, explicó.
Señaló que una de las señales más significativas que podría presentar un niño en estas circunstancias, es el aislamiento, ya que sus niveles de seguridad bajan de manera importante y él puede suponer que al establecer cualquier tipo de interacción con otro niño estará vulnerable, entonces, busca estar solo.
Por otro lado, podrían mostrar irritabilidad, tristeza frecuente, disminución de actividades de interés, dificultad para divertirse en actividades que le gustaban, aburrimiento constante, falta de energía, sensibilidad al rechazo, bajo rendimiento académico, pérdida de sueño.
El Director Nacional de Psicología recomendó que para recuperar la interacción sana de los niños hay dos condiciones esenciales, en primer lugar, la detección de manera oportuna sobre sus cambios de conducta y, por otro lado, el reconocimiento que se le pueda dar a un niño en estas condiciones.
Tanto en el seno de las familias, como en la convivencia con los profesores, lo primero que se tiene que hacer es poner mucha atención a posibles cambios en la conducta.
Detalló que, si existen diferencias significativas contrarias a los procesos de socialización de los niños, la paciencia activa va a ser un recurso importante, en el sentido de no exigirle demasiado al niño, pero sí ponerle atención para tratar de reincorporarlo de manera paulatina y suave a una realidad social, que va a ser mucho más activa sobre todo con niños de la misma edad, que la que tenía en casa.
Además, implica darle al niño mucho reconocimiento sobre las capacidades que ha demostrado a lo largo de su historia escolar hasta antes de la pandemia y de alguna manera, recordarle que una serie de capacidades que se ven perdidas, se tiene que volver a incorporar para que pueda disfrutar nuevamente de la etapa escolar.