Durante la mayor parte de este mes, las unidades de cuidados intensivos de Brasil estuvieron al máximo, o cerca, de su capacidad por la avalancha de pacientes con COVID-19, y los sedantes necesarios para intubarlos se agotaron. El cementerio más grande del país tenía tantos cuerpos para sepultar que los enterradores trabajaban durante horas después de la puesta de sol.
Pero Brasil se ha alejado de ese precipicio, al menos de momento, ya que los servicios funerarios y hospitalarios ya no están colapsados. Ha dejado de ser el epicentro global de la pandemia por la caída de los decesos y la atención se centra ahora en India. Pero los expertos advierten que la situación sigue siendo precaria y que hace falta precaución.
El número de estados con las UCIs a más del 90% de su capacidad ha caído a 10 desde los 17 de hace un mes, según los datos del instituto estatal de investigación médica Fiocruz. Y los entierros nocturnos en Vila Formosa y en otros tres grandes cementerios de Sao Paulo quedaron suspendidos el jueves tras dos semanas con menos fallecidos.
Es un triste consuelo para un país con unas 2.400 muertes diarias durante la última semana, más del triple que en Estados Unidos. Brasil superó la sombría barrera de los 400.000 decesos confirmados el jueves, una cifra que los expertos consideran que es bastante más baja que la real en parte porque muchos de los casos no fueron diagnosticados, especialmente al inicio de la pandemia.
El promedio a siete días bajó desde los más de 3.100 fallecimientos registrados a mediados de abril, pero Fiocruz advirtió en un reporte el miércoles que la cifra podría estancarse, y a un nivel incluso más alto que el año pasado.
“Nuestro objetivo ahora es hacer que los números sigan bajando en lugar de estabilizarse. Eso es lo más importante”, señaló Pedro Hallal, epidemiólogo y coordinador del programa de pruebas diagnósticas de COVID-19 más grande de Brasil. “Está bien que estén bajando, pero no asumamos que esta será la última hora. Hay esperanzas de que sea la última, por la vacuna, pero eso tiene que confirmarse”.
Dada la lentitud del programa de inmunización, millones de brasileños siguen siendo vulnerables a un posible contagio, agregó Hallal, y el umbral que según los científicos es necesario para frenar la propagación descontrolada del virus — el 70% o más de la población con inmunidad bien a través de la vacunación o de una infección previa — sigue estando lejos.
Las 401.186 muertes confirmadas en el país desde el inicio de la pandemia colocan a Brasil como el segundo país con más decesos, por detrás de Estados Unidos. La mayoría se produjeron en los últimos cuatro meses debido a una variante más contagiosa que barrió la nación. En pleno verano austral, hubo concentraciones multitudinarias y la gente tomó en masa el transporte público mientras alcaldes y gobernadores relajaron unas restricciones a las que el presidente, Jair Bolsonaro, se opone fervientemente.
Algunos políticos locales endurecieron las medidas en el último mes, lo que ayudó a revertir el aumento de los contagios, según Fiocruz. Pero ya han iniciado la reapertura ante los primeros datos alentadores.
Valter Gomes, un trabajador textil de 33 años en el centro de Sao Paulo, nota que cada vez más gente viaja en tren y se reabren más tiendas.
“A menudo, la pandemia empeora porque mucha gente que tiene la ocasión de quedarse en casa no lo hace. Salen igualmente”, afirmó. “Si todo el mundo contribuyese, no creo que hubiese una crisis tan grande como para tener que dejar de trabajar, tener estas cuarentenas”.
Los investigadores del Imperial College de Londres dijeron esta semana que la tasa de trasmisión del virus en Brasil alcanzó su mínimo en meses.
Con información de AP