Por Ricardo Sánchez García
Enrique Francisco Galindo Ceballos, el alcalde policía de la capital potosina, carga en sus hombros tremenda responsabilidad de recuperar los años perdidos en que han sumergido a la ciudad en la oscuridad, pero no es el único peso que, voluntaria o involuntariamente ha asumido. Los malos olores que le persiguen son también producto de la oscura trayectoria del comandante Galindo; derivan de las históricas decisiones de su reciente ayer, revuelto pasado conintento fallido de dejar atrás. Y si no, preguntamos a la Tercera Visitaduría General de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Olvidar, no se debe olvidar que Enrique Galindo Ceballos saltó a la escena nacional cuando fue llamado para ocupar la titularidad de la Policía Federal, de donde, entre escándalos de mal uso de recursos públicos, de corruptas compraventas de vehículos terrestres y de vuelo, fue destituido en medio de recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos por sus múltiples violaciones y uso indebido de la fuerza pública contra la ciudadanía, lo que hoy nos evoca su responsabilidad por ejecuciones en Tanhuato Michoacán, ocurridos en el operativo del 22 de mayo de 2015, sendos eventos donde 50 civiles habrían muerto asesinados vilmente en ejecuciones de la Policía Federal encabezada por el citado Galindo, un lastre que habrá de pesarle mucho más que el cadáver del que enseguida hablaré.
En el terreno de lo político, Galindo no tuvo reparo en buscar la candidatura a la gobernatura, primero por Morena, partido que en su momento ofrecía mayores expectativas de las logradas en las pasadas elecciones, cuya entrevista con Gabino Morales no le funcionó, luego buscó otros partidos, sin importarle color o ideología hasta que logró la candidatura en coalición PAN-PRI que le dio la actual alcaldía.
Enrique Galindo debió reconocer que los votos logrados no son mérito propio, es la coyuntura de una mala administración saliente, con quien la sociedad no encontró bálsamo suficiente para aliviar antiguos dolores. Recordamos que Galindo también representa al grupo que Nava despreció, de quienes con tremenda soberbia minimizó el posible apoyo empresarial al grado incluso de deslindarse de los pudientes económicos que tienen mando en la capital,ante quienes Enrique Galindo ha elegido reclinarse.
Pero, justo es el recaudo de conveniencias económicas, donde Enrique Galindo Ceballos ha decidido echarse al hombro otro difunto, me refiero al cadáver tricolor que le formó en las prácticas anquilosadas del más viejo priísmo, de donde bebió suculentas, pero reprochables formas de hacer convenios, basadas en clientelismos políticos, por supuesto.
Como sabemos, según encuestas, el partido que le vio nacer tendría cero posibilidades de recuperar el terreno político, pues la memoria en la ciudadanía cada vez los ubica más como enemigos de la sociedad, constructores de injusticia social y desapego a la exigente transparencia. Desfundado como se encuentra, al PRI le falta el último clavo para rematar lo que un sector de la sociedad viene esperando desde décadas pasadas, el destino que parece inminente, de un tricolor en agonía.
Pero como todo político sin escrúpulos, a Enrique Galindo no le quedará más que responder al guiño del gobernador Ricardo Gallardo Cardona, respecto del color de la camiseta, pues como dije al inicio, Galindo hace un año coqueteó con MORENA y otros partidos para ser postulado a una candidatura, pero su pláticasno le funcionaron.
En el último de sus discursos, el alcalde capitalino ha dicho que los colores no importan, pues en esa lectura electoral, sabe que es tiempo de cargar al difunto o dejarlo que termine de roerse y arrojándolo al precipicio como parece lo hará, eso le permitiría continuar caminando en la vida pública.
Del otro lamentable ataúd, Nochixtlan, Oaxaca, hablaremos otro día, con números, testimonios y documentos.
Es cuanto.
RICARDO SÁNCHEZ GARCÍA
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