Los comicios que se celebran este año, nos permitirán contar con nuevos gobiernos en lo estatal y municipal, así como renovaciones en el poder legislativo federal y en algunos locales, espacios de poder en los que supone está representado el pueblo. Para dar una noción de la magnitud de estas elecciones, llamadas dentro de la jerga política “intermedias”, se renovará: por completo la Cámara de Diputados, de los cuales, 300 serán elegidos por el principio de Mayoría Relativa (MR); en 14 estados se renovarán ayuntamientos, diputaciones y gobernaturas; pero en lo general, habrá elecciones en todo el país en donde más de 21,368 cargos estarán en disputa.
De acuerdo con la lista nominal (listado que contiene a todos los ciudadanos habilitados para ejercer su voto) del Instituto Nacional Electoral, con corte al 22 de enero del presente año, hay 92, 326, 065 ciudadanos registrados; de ese total el 48% son hombres y el 52% son mujeres; otro dato importante a resaltar es que las y los jóvenes (comprendidos entre 18 y 29 años) son 25’565,164, el 27% del total de la lista nominal.
Históricamente, no hay elecciones en las que la lista nominal en su totalidad haya ejercido su voto, pero eso no es impedimento para poder hacer una estimación del poder de los rangos etarios. En la elección de 2018, famosísima por el llamado efecto AMLO, la lista nominal era de 89.3 millones de electores, donde el porcentaje de participación fue de 63.1% (56.3 millones de votos). El Voto Joven de aquellos comicios fue de 23.36% (13.2 millones de votos).
Interpretado los datos anteriormente dados, el voto joven nos entrega un peso decisivo sobre la balanza electoral. El voto joven puede ser el parteaguas para que una colisión, partido o candidato independiente, gane una elección tanto a nivel federal como a nivel local.
Hablando de mi estado natal: San Luis Potosí, donde se juega todo (gobernatura, ayuntamientos y diputaciones federales y locales), las elecciones para gobernador históricamente se han ganado con menos 400 mil votos, si ponemos en perspectiva los datos entregados anteriormente, pero ahora con la diferencia de ser puestos en un contexto local, el poder juvenil se eleva considerablemente y es capaz de entregar una gobernatura a la candidata o candidato que sepa incentivarlos.
La verdad es que la forma de incentivar el voto joven llega a ser sencilla: incluir la agenda de los jóvenes dentro de las propuestas de las y los candidatos. Esa agenda, que en muchas ocasiones puede ser revolucionaria, es natural en nosotros los jóvenes, pues amamos la ruptura de los paradigmas, no con fines de rebeldía sino para vivir mejor. La agenda de los jóvenes contiene exigencias orientadas a temas de inclusión social. Aquel candidato que desee ganar (todos), debe poner atención al sector poblacional que más conviene atender: las y los jóvenes. Aquel candidato que busque mejorar su entidad (todos), necesita poner atención a las solicitudes del sector poblacional que más conviene atender: las y los jóvenes.
¿Por qué los jóvenes? Si los datos, mencionados no son suficientes, basta con entender que los jóvenes nos encontramos en todas las trincheras de la vida, en todo tipo de trabajos, en todo tipo de ocupaciones; somos las y los jóvenes quienes vivimos con el día a día de ser ninguneados, discriminados y de tener que luchar siempre para ganarse un lugar, y el respeto, en el mundo en el que solo los adultos mandan. Los jóvenes que por nuestras características luchamos con estigmas y opresiones en todo sentido, lo único que buscamos es servir de una mejor manera a la sociedad, pues al final de cuentas esa sociedad estará en nuestras manos.
Candidatos: pongan atención a las y los jóvenes, hablen con nosotros, unan voluntades y diseñen proyectos basados en nuestras inquietudes y verán florecer su proyecto.
Un último consejo: no hagan por compromiso lo anterior expuesto, pues resulta que somos buenos para detectar la hipocresía de los políticos.
Abraham Castillo
Estudiante de Ciencia Política y Administración Pública.