Por: Celia García Valdivieso
El multicitado feminicidio de la cantante vernácula Yrma Lydya ha inundado las redes sociales y los medios de comunicación. Lo anterior responde a la forma prácticamente pública en que fue ultimada por su esposo, y por supuesto, responde también al hecho de que ambos son personas, públicas y pertenecen al círculo cercano de quienes se mueven en espacios sociales de políticos y artistas.
En redes sociales algunas personas han proferido que eso le pasa por tener como pareja a una persona mucho más adulta que ella; algunos otros medios han resaltado su trayectoria en la difusión cultural, los reconocimientos públicos recibidos y su carrera como cantante.
A pesar de tantos temas distractores este feminicidio nos deja en claro lo que feministas y asociaciones civiles hemos venido denunciando y lo que personas retrógradas aún no quieren aceptar: “Hay hombres que se sienten dueños de nuestros cuerpos, nuestros destinos, dueños literalmente de nuestras vidas y esta concepción termina con la peor manifestación de violencia de un patriarcado que se resiste a morir: el feminicidio”
Un asesinato tan vil en un espacio público, tiene también como antecedente la idea de impunidad sembrada en la conciencia de quienes lo perpetran. Se saben intocables, influyentes y también se saben protegidos por un sistema de injusticias, creado desde la lógica masculina, precisamente para ello.
El trabajo realizado por abogadas feministas en fiscalías y tribunales y por activistas en las calles aún no es suficiente, los pequeños y lentos avances apenas llegan a lograr que ahora las autoridades de primer nivel, como el caso de Claudia Sheinbaum, deben salir a dar explicaciones prácticamente sin ser solicitadas y a manifestar el compromiso de que un feminicidio no debe normalizarse con la generalidad con que venía sucediendo.
Saber que el presunto feminicida está detenido, aunque intentó huir, sobornar y hasta amenazar, es un primer paso de que estamos en el camino correcto para contrarrestar las violencias contra mujeres a partir de disminuir la impunidad, pero es apenas el comienzo del largo camino que implica el acceso a la justicia y la reparación integral del daño. Tendrá que luchar la familia con la ineficacia del sistema jurídico de investigación y de juzgamiento sin capacitación en perspectiva de género, también con la precariedad de las instituciones encargadas de asesorar a las víctimas, todo esto llevando su dolor a cuestas.
No bajaremos las fuerzas por denunciar todas las violencias ejercidas contra las mujeres, visibilizaremos desde la violencia institucional-estructural hasta la violencia sufrida en espacios supuestamente privados, porque es la única forma en que podemos solidarizarnos con las víctimas de los feminicidios.
En San Luis Potosí ha sido un compromiso del gobierno en turno no tolerar este tipo de actos e implementar políticas a favor de las mujeres, aún estamos esperando que se pase de los dichos a los hechos, que se fortalezca a las fiscalías que conocen asuntos de las mujeres con capacitación, personal, recursos y lugares dignos para la atención, de igual manera seguimos esperando el fortalecimiento de la CEEAV y del CJM que trabajan en condiciones de mucha precariedad.
Mientras no tengamos las mismas oportunidades, los mismos derechos y el acceso a la justifica garantizado, continuaremos en la lucha desde las calles, desde las letras, desde los talleres, en los tribunales y en cada espacio donde mujeres comprometidas por el bienestar de otras mujeres y por erradicas las violencias nos encontremos.