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Sitio arqueológico de “La Quemada” sufrió éxodo por descomposición social

 

Este lugar, en el centro de Zacatecas, es relevante para la historia de México: se le ha relacionado con el legendario Chicomóztoc, por donde pasaron los mexicas en su viaje al Anáhuac

Uno de los sitios arqueológicos más misteriosos en México es “La Quemada”, en el centro de Zacatecas. Se cree que este lugar fue abandonado por un gran incendio o por una invasión, pero expertos de la UNAM dan mayores detalles al considerar que fue desalojado paulatinamente, posiblemente por la descomposición social.

Según sus investigaciones, sí ocurrió un incendio en la cima del cerro, entre los siglos IX y X, pero la zona no fue abandonada sino hasta que otro incendio, entre los años 1018 y 1163, afectó la parte baja; pero probablemente fue provocado como una ceremonia para clausurar el sitio.

Avto Goguitchaichvili, responsable del Servicio Arqueomagnético Nacional (SAN) del Instituto de Geofísica (IGEF), campus Morelia de la UNAM, destacó que “La Quemada” es un lugar relevante para la historia de México: se le ha relacionado con Chicomóztoc, por donde pasaron los mexicas en su viaje al Anáhuac, así que pudo ser un sitio de origen o descanso de nahuas, teotihuacanos, toltecas y tarascos.

Comenzó a poblarse alrededor del año 400 de nuestra era, y su auge fue entre los años 600 y 900, pero es poco claro por qué y cuándo fue abandonado. Las manchas oscuras en sus paredes y pisos hicieron pensar que fue consumido por un gran incendio.

Este sitio tiene un gran salón de columnas con su plaza, algo poco común en los pueblos mesoamericanos; una cancha para el juego de pelota y un basamento conocido como pirámide Votiva, además de varias plazas y grandes salones.

A pesar de su aparente esplendor, no se sabe si era un lugar de paso, centro ceremonial o fortaleza militar; pero los estudios realizados por los universitarios arrojan nuevas luces.

Ahora se sabe que es un asentamiento desarrollado del año 400 al 1100 d.C; es decir, tuvo 700 años de ocupación, así que no era lugar de paso, sino un asentamiento rector de un valle, conocido como cultura del Valle de Malpaso, y mantenía contacto con grupos vecinos como la cultura Chalchihuites, pobladores del Cañón de Juchipila y Tlaltenango, dentro del actual estado de Zacatecas, así como de El Tunal Grande, en San Luis Potosí; los Altos de Jalisco y el Bajío guanajuatense.

Trabajo transdisciplinario

Una serie de 32 piezas obtenidas del Salón de Columnas, la Plaza de los Sacrificios y un pasillo, localizados en la cima del cerro, fueron sometidas a análisis arqueomagnético para determinar las características de sus elementos magnéticos y seleccionar las más prometedoras para determinar cuándo fue desocupada la zona.

La datación arqueomagnética se basa en el estudio de piezas quemadas durante un calentamiento a altas temperaturas o un incendio, como pisos o cerámica que contienen pequeñas cantidades de minerales ferromagnéticos (magnetita o hematita, entre los más comunes).

A diferencia de dataciones por radiocarbono, que son usadas con mayor frecuencia y que ofrecen intervalos de tiempo muy amplios, el fechamiento arqueomagnético indica el momento de enfriamiento de los materiales magnéticos, de esta manera se data el objeto de manera directa.

Los resultados revelaron que hubo un incendio en la cima del cerro, en torno a la Plaza de los Sacrificios, entre los años 854 y 968 de nuestra era; pero la zona continuó siendo habitada, hasta que otro incendio, entre los años 1018 y 1163, afectó la parte baja, donde se encuentra el salón de Columnas, que era un sitio ritual.

“Como todo se veía quemado, inicialmente pensamos, al igual que los arqueólogos, que hubo un incendio y la ciudad fue desalojada, pero luego de las investigaciones, nuestro hallazgo más importante es que el abandono fue gradual”, destacó.

Considerando los métodos tradicionales de datación, ésta es la primera ocasión en la historia del Servicio Arqueomagnético Nacional que se tiene mayor precisión de los hechos ocurridos, que probablemente se dieron por efecto de la descomposición social, y no porque el sitio fuera saqueado o por un gran incendio que arrasó con todo.

“Si hubiera sido un problema bélico, ya se habrían encontrado los entierros, pero no hay restos humanos en abundancia; y tampoco fue una cuestión ritual, más bien, creemos que el segundo incendio fue una ceremonia para clausurar el sitio”, explicó.

El equipo del SAN continuará colaborando con el INAH para estudiar los vestigios de la zona y datar con mayor precisión los secretos que aún guarda la región Occidente del país.

Para su labor, los universitarios contaron con la colaboración de Carlos Torreblanca, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y candidato a doctor por la UNAM.

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