En México 107 especies de nopales nativos y cultivados están amenazados por la llamada “palomilla del nopal” (Cactoblastis cactorum), un insecto invasor proveniente de Sudamérica que se localiza en el Caribe, cerca de la frontera sur mexicana.
Desde hace diez años el biólogo Juan Enrique Fornoni Agnelli, investigador del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM, estudia en el Laboratorio de Interacciones Planta-Animal, junto con sus colaboradores Karina Boege Paré y César Domínguez Pérez Tejada, cómo esta especie invasora ha realizado el recorrido de Sudamérica al Caribe a consecuencia de la migración promovida por el hombre.
“Esta palomilla tiene un alto potencial de consumir los nopales mexicanos, tanto los que usamos con fines comerciales como las especies nativas de nopal que tiene México”, afirmó el científico.
Este insecto fue paradigmático para el control biológico de las nopaleras ruderales, es decir, especies de cactáceas (nopales del género Opuntia) que fueron promovidas en otras partes del mundo y se volvieron plaga.
“En Australia los ganaderos quisieron controlar esta plaga y buscaron un enemigo natural de este cactus, y lo encontraron en Sudamérica, donde existen especies de nopales parecidas a las que hay en el resto de América. Este insecto es muy eficiente controlando las poblaciones de Opuntia porque les come la penca por adentro, pudre a un individuo entero, y eso hace que la productividad de nopal se reduzca muchísimo”, explicó.
En 1924 el insecto fue llevado a Australia proveniente de la provincia de Entre Ríos, en Argentina, para infestar las poblaciones de nopales ruderales que impedían la actividad ganadera; la palomilla fue muy exitosa al eliminar miles de hectáreas de ese producto.
De 1930 a 1940 fue llevado a Sudáfrica con el mismo propósito, y de ahí a la isla de Nueva Caledonia, Hawaii, para luego introducirse en el Caribe, a través de las Antillas Holandesas en 1957.
“Entonces el insecto comenzó a moverse por el Caribe, donde las especies de nopal que ataca son nativas, lo que es similar a provocar la extinción de especies endémicas”.
En esa región se trasladó también de manera natural por eventos como huracanes y tormentas tropicales, y llegó a Florida en 1989 donde invadió la zona de la península y el Golfo de México en el área que corresponde a Estados Unidos, donde hay muchos nopales en la costa.
“Hoy lo tenemos a 800 kilómetros de la frontera con Tamaulipas, en el Golfo de México, está muy cerca de entrar al país. En 2005 se detectó en Isla Mujeres e Isla Contoy, en Quintana Roo, y la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SAGARPA), a través del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad (SENASICA), controlaron esta invasión. En 2009 se declaró que México estaba libre de este insecto invasor, pero se inició un programa de monitoreo y control intensivo en la zona más vulnerable, que es la frontera norte, el Golfo de México y la península de Yucatán”, narró el científico universitario.
Aunque hasta ahora la palomilla del nopal no ha sido detectada en territorio nacional, Fornoni consideró que el riesgo de que ingrese es alto. “Es una de las 20 especies que se monitorean en todas las aduanas de México, por el alto riesgo que tiene para la seguridad fitosanitaria del país”, señaló.
En México se producen 350 mil toneladas de penca al año, con cerca de 50 mil productores involucrados en varios estados del país, puntualizó Fornoni. “Hay muchas afectaciones potenciales, no solo a la economía, sino también al desarrollo social de muchos sitios del país, además de los efectos en los recursos genéticos que tiene México como reservorio y centro de biodiversidad, donde las cactáceas han sido domesticadas”.
En el Laboratorio de Interacciones Planta-Animal del IE, Fornoni Agnelli y su equipo de trabajo generan evidencia de biología evolutiva mediante herramientas moleculares para identificar las fuentes de infección en caso de que este insecto ingrese al país, y que el gobierno federal pueda generar acciones en las fronteras de manera efectiva a fin de controlarlo. Además, efectúan estudios en Argentina, de donde es originaria la palomilla del nopal, y en la región invadida en el Caribe.
“Estamos haciendo análisis de riesgo de invasión, combinando herramientas de modelado de nicho ecológico con herramientas de la biología evolutiva, con marcadores moleculares”, detalló.
Esas dos fuentes de evidencia ayudarán a realizar análisis de riesgo geoespaciales para poder modelar cómo sería la invasión, por qué partes de México entraría y cómo se dispersaría, aseveró.