Los retablos suelen encontrarse en galerías o museos, pero su lugar original son las iglesias
Los exvotos del Santuario de San Miguel Arcángel, ubicado en el municipio de San Felipe, en el estado de Guanajuato, también conocidos como retablos o “milagritos”, son fuente de información de las aflicciones, esperanzas y alegrías de los habitantes del Bajío de México, testimonio de la historia no oficial y muestra del arte popular.
Así lo aseguró el académico de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES) Unidad León, Miguel Santos Salinas Ramos, quien agregó que permiten estudiar aspectos de la historia como la vida cotidiana, la organización social o las prácticas religiosas de las personas que donaron esas pinturas.
El universitario -quien a partir de 2011 estudia los retablos de esta iglesia construida en 1869- explicó que éstos muestran la religiosidad de los habitantes de la región, la forma en que se ha urbanizado y sus preocupaciones: migración, problemas de salud, accidentes, entre otras.
Algunos datan de 1867 y los más recientes de 2010. “Están hechos en lámina, cartón o madera, son una muestra de agradecimiento a lo que las personas consideraban un milagro realizado por la intervención de San Miguel”, expuso el académico de la licenciatura en Desarrollo y Gestión Interculturales.
Cabe mencionar que en breve el experto universitario publicará un libro con una selección de 65 retablos de los más de 114 registrados en el santuario; algunos presentan oxidación y afectaciones, mientras otros se conservan bajo resguardo para evitar su robo y deterioro.
Formas de agradecer
“Esta zona hasta hace 10, 20 años era principalmente de carácter rural, por lo que los exvotos nos muestran algunos problemas de los campesinos como la amenaza de perder sus cosechas por una sequía, la satisfacción de alguien porque encontró a un animal extraviado o porque su ganado se alivió de una enfermedad”, argumentó el doctor en Humanidades.
Hay retablos de personas del norte de Guanajuato, zona de migración a Estados Unidos a partir de principios del siglo XX, en los cuales dan gracias de haber regularizado su situación en ese país o poder cruzar el Río Bravo.
“Reflejan las preocupaciones, pero también las esperanzas, las formas de agradecer de estas personas sencillas que no son autoridades y que sus problemas rara vez llegan a plasmarse en un documento”, agregó Salinas Ramos.
Hay tres exvotos sobre la Revolución Mexicana en los que, por ejemplo, una madre agradece que su hijo no pasó por ningún problema en una batalla. Otros de los años 70 y 80 sobre accidentes automovilísticos muestran cómo la urbanización de ciudades de Guanajuato y San Luis Potosí trajeron otros conflictos y temores para los devotos de San Miguel Arcángel.
El especialista en Historia y tradiciones religiosas de Guanajuato subrayó que estas pinturas son consideradas fuentes sobre la historia de las mentalidades, por abordar temas como los temores, preocupaciones, anhelos y sentimientos. También ayudan a entender la participación de la mujer en la migración, la salud, las guerras, pues es común verlas en los exvotos rogando o dando gracias por sus familiares.
En este tipo de ofrendas se observa la figura de la madre preocupada por la salud de sus hijos, a la esposa abnegada que cuida al marido en cama, a la mujer que ruega para que su familiar no tenga problemas en su travesía hacia Estados Unidos, y a la mujer de campo que agradece porque un animal de su propiedad salió de una enfermedad.
Tradición medieval
Los exvotos pintados son una tradición que surgió en Europa durante la Edad Media, en la que este tipo de pinturas se colocaban debajo o detrás de los altares de las iglesias.
En el caso de México, detalló el universitario, la gente mandaba hacer una pintura de alguna virgen o de un santo como una muestra de agradecimiento, pero se popularizaron al llegar la lámina a nuestra nación.
“Originalmente quienes lo realizaban eran pintores de academia y muchos exvotos eran mandados a hacer a solicitud de personas que tenían alto poder adquisitivo, pero cuando llegó la lámina al país, muchos pintores populares como Hermenegildo Bustos -cuyas obras ya son Patrimonio Nacional- o Gerónimo de León encuentran que es un material muy barato, fácil de usar y empiezan a hacer este tipo de pinturas”, relató Salinas Ramos.
Este tipo de obras de arte, añadió, se popularizó en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX también porque fue un periodo de numerosas guerras y la gente agradecía que sus familiares no murieron en esos conflictos, la Guerra Cristera, por ejemplo, en la cual los pobladores del Bajío tuvieron importante participación.
Aunque hay exvotos y santuarios en el centro y sur del país, en el occidente se notan más estos ejemplos de religiosidad, y muestra de ello son San Juan de los Lagos, la Basílica y el Convento de Nuestra Señora de la Expectación, en Zapopan, ambos en Jalisco; el monumento a Cristo Rey y el santuario de San Miguel Arcángel, en Guanajuato; además del Niño de Atocha, señor de los Plateros, en Zacatecas; entre otros, aseveró.
Durante sus estudios, Salinas Ramos detectó que hubo pintores de retablos quienes no firmaban sus piezas, pero es posible identificar que varias pertenecen al mismo autor debido a la semejanza en las imágenes de San Miguel, en el paisaje o las posturas de la gente.
“Son herencia del arte académico, pero plasmado en un arte popular” pues quienes siguieron con la tradición fueron artistas que utilizaban algunos patrones, copiaban imágenes de estampas del siglo XIX y XX, consideró.
Salinas Ramos alertó que hoy en día hay exvotos en museos y otros más se venden en galerías, debido al saqueo de iglesias y en algunos casos por la negligencia de las autoridades para cuidar estas expresiones de religiosidad. En ocasiones, sacerdotes los retiran porque les parecen grotescas. “Que bueno que estén en los museos, pero su lugar original es una iglesia”.
Origen del Santuario de San Miguel Arcángel
Está ubicado en el norte de Guanajuato, zona evangelizada por los franciscanos; es más político que devocional, pues no se debe a un milagro fundante, una aparición ni está cerca de un río, un ojo de agua o un monte sagrado.
A partir del siglo XVIII, abundó el académico, se realizaba una fiesta en honor a San Miguel en una comunidad llamada La Labor. En 1869 el primer obispo de León visitó la zona y se percató que había desorden, por lo que dio instrucciones para que la imagen del santo se trasladara a la cabecera municipal, a fin de tener control de la fiesta, pero la gente no lo aceptó y por ello se inició una nueva celebración en la cabecera municipal.
El santuario, prosiguió, adquirió importancia a finales del siglo XIX y principios del XX y en la actualidad reúne a gente de Guanajuato, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Nuevo León, Jalisco, la Ciudad de México, entre otras entidades. Además, es la fiesta religiosa principal del norte de Guanajuato, inicia el 27 de septiembre y termina el 1 de octubre.
El municipio sigue siendo pequeño en cuanto a número de habitantes, tiene aproximadamente 119 mil, pero llegan cerca de 20 mil personas adicionales en esas fechas. “Además de la fiesta religiosa, se realiza la feria local, organizada por las autoridades municipales quienes aprovechan la llegada de peregrinos para realizar actividades cívicas, deportivas y culturales”, relató el doctor en Humanidades.