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Con la llegada de los españoles a América, su principal interés era la extracción de metales, en especial plata, pero con el paso del tiempo en su vida independiente nuestro país ha perdido esta visión apostando por recursos como el petróleo, aun cuando la minería aporta 2.3 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a nivel nacional.
Francisco Omar Escamilla González, responsable del Acervo Histórico del Palacio de Minería (AHPM), destacó que esto tampoco implica que los gobiernos hayan descuidado el sector, pero hoy hay mayor interés en el hidrocarburo, el cual se espera aporte este año 2.7 por ciento del PIB.
No falta conciencia, sino recursos económicos y humanos que, además de la industria, el Estado contrate a los jóvenes para que vuelvan a mapear el territorio y entender la magnitud de los recursos mineros, agrícolas y ganaderos para apostar por ellos, estimó el especialista en Historia de la Minería en México.
“Es una ambivalencia importante, pues ni la explotación petrolera, ni la minera se pueden parar, tan sencillo como que todos tenemos algo de metal a la mano, desde un anillo, la hebilla del cinturón, el celular o la computadora; son recursos que no se pueden detener, se deben regular de la mejor manera y se deben tener las mejores prácticas”, enfatizó Escamilla González.
Esplendor minero
Recordó que la minería en la Conquista y la Colonia eran de tal importancia que España envió a Fausto Elhuyar Etxenike y Zubice, quien descubrió el tungsteno, y a Andrés del Río, descubridor del vanadio, a fundar el Colegio de Minería, que se convirtió en uno los seis que existían en el mundo.
A lo largo de los 11 años que duró la guerra de Independencia la minería tuvo complicaciones, porque donde se explotaba como Guanajuato o Michoacán, las instalaciones fueron cerradas o destruidas por las batallas.
Sin embargo, con el México independiente en 1821 se impulsó la industria porque en Europa se dio a conocer el Ensayo Político del Reino de la Nueva España, de Alexander von Humboldt (de 1811), donde habla de la riqueza que había en México.
A partir de 1840 las autoridades valoran más estos recursos y en 1861 se fundó la Secretaría de Fomento. Para el porfiriato se vivió la época dorada de esta dependencia, pues de ésta dependían la Escuela de Minería y de Veterinaria, donde se formaban a los expertos; en 1884 se elaboró una nueva legislación minera.
“Los gobiernos de México van cambiando todo el tiempo, pero apoyan y reciben a estos extranjeros y se intenta, a través de diversos mecanismos fiscales, retener parte del dinero que se genera de esa explotación. A veces con éxito, otras sin él”, precisó el experto de la Facultad de Ingeniería.
Después de la invasión norteamericana y con la pérdida de territorio (especialmente Texas y California) ante Estados Unidos, surgió el proceso llamado “el patrón oro”, en el cual la riqueza de un país estaba sustentada por las arcas de oro acumulado, lo cual fue perjudicial para México pues se redujo el valor de la plata a nivel internacional, narró.
Lo anterior llevó a cambios en la minería, que se modificó a medida que la industria necesitó de otros insumos: con la producción de acero se requirieron grandes cantidades de carbón, además de la producción de cobre, zinc y otros metales industriales, recordó el especialista.
“Oro negro”
A finales del siglo XIX el petróleo se empezó a usar en lámparas de queroseno, pero con la fabricación del automóvil de combustión interna su demanda fue mayor en los automotores y también en aviones. Inició la Primera Guerra Mundial y la maquinaria fue movida por combustibles fósiles, agregó Escamilla González.
“En México, en la primera década del siglo XX, los grandes inversionistas norteamericanos buscan petróleo en el Golfo de México, se encuentran los primeros pozos y la inversión es tremenda porque el valor que tiene el recurso es inconmensurable en ese tiempo”, resaltó.
Aunque la industria minera es regional, especialmente en ciudades del norte de México, se fundan otras como Torreón, en Coahuila, y pese a los conflictos, algunos de los cuales dieron motivo a la Revolución Mexicana en 1910, se mantienen después del movimiento armado; la explotación continúa, reflexionó.
Escamilla González abundó: “Al final no hay un gran cambio en ese sentido, los capitales siguen siendo extranjeros, predominantemente norteamericanos, y continúan con nueva tecnología. El uso del ferrocarril, maquinaria más eficiente para la molienda, se va ampliando y creando nuevas colonias y poblaciones para la explotación. La Revolución Mexicana no cambió del todo esto, al final del día los patrones siguieron siendo los mismos”.
El método de amalgamación se mantuvo desde el siglo XVI y las máquinas de molienda se desarrollaron a lo largo de 300 años aquí. Pero la industria norteamericana hizo que las viejas máquinas de madera y hierro fueran industrializadas con motores de vapor y después eléctricos. Se tomaron las técnicas desarrolladas en siglos, las industrializaron y luego las vendieron a México, acotó Escamilla González.
Este proceso, añadió, implicó otro duro golpe para nuestra nación, ahora tecnológico, ya que se dejó de usar el mercurio y la amalgamación para ser sustituida por el cianuro en un proceso que hace más eficiente la extracción de la plata, un método que proviene de Australia, por eso las compañías norteamericanas también traen a México, de la mano de la electrificación.
Lo anterior también afectó a los ingenieros de minas, quienes tenían siglos de tradición con una técnica que casi de la noche a la mañana quedó en desuso. Su número se redujo y se incrementaron los ingenieros civiles para la construcción de infraestructura de ferrocarril, puertos, agua potable y demás, refirió el universitario.
Para 1930 el gobierno de México se percató de la importancia del petróleo, en particular Lázaro Cárdenas quien decidió su nacionalización en 1938, y con ello surgieron el Instituto Politécnico Nacional y el Instituto Mexicano del Petróleo, la Comisión Nacional de Recursos No Renovables, hoy Servicio Geológico Mexicano, instituciones estatales que impulsaron la producción del hidrocarburo.
“Fue una política de Estado, apostaron todo al petróleo, siendo que, obviamente, hay aún muchos otros recursos naturales, no solo no renovables, sino agrícolas o de biodiversidad. Actualmente es parte de lo que se quiere hacer”, destacó el también investigador.
Hoy en día, es muy difícil saber cuántos recursos minerales quedan en el país, pero hay suficiente para varias generaciones. México lleva cinco siglos extrayendo plata. El problema es cómo justificar que se apueste por la obtención de un recurso y no de otro, advirtió Escamilla González.
“El petróleo está nuevamente hoy en el ojo del huracán y se habla de fortalecer a PEMEX, pero en la cuestión minera no se ve este impulso decidido. Considero que somos un país minero, no petrolero, creo que geográficamente somos más mineros, y en lugares tradicionalmente donde se explotaban los metales ya no existe esa identidad”, alertó.
Actualmente, prosiguió, los nuevos nichos de México estarían en el litio, cobre, oro, zinc, estaño, metales que hay en una computadora y van a seguir siendo utilizados; nuestro país tiene yacimientos para muchos años.
El experto sugirió que, con ayuda de las tecnologías, nuestro país puede hacer un nuevo inventario de los recursos que tiene, como se intentó en el siglo XIX, lo cual permitiría apoyarlos y protegerlos.
Con información de la UNAM