La edad adulta es la etapa de la vida donde el ser humano define cómo quiere vivir el resto de su existencia. Sin embargo, los problemas emocionales en esta fase pueden llevar a condiciones patológicas, como la ansiedad y la depresión, aseguró Herminia Pasantes Ordóñez, investigadora emérita de la UNAM.
En el cerebro, agregó, siempre están en interacción dos áreas importantes: las emociones positivas y las negativas, el manejo dependerá de cada individuo.
Mientras que en la vejez, la etapa última del ser humano, se vive de manera diferente. En este proceso se manifiesta un deterioro de la memoria de corto plazo, mayor dificultad para resolver problemas, lenguaje menos fluido, vocabulario más pobre, menor concentración e iniciativa, así como ansiedad ante la toma de decisiones, refirió.
En esta fase de vida se ensanchan los ventrículos cerebrales que están llenos de líquido y no de neuronas, hay menos conexiones neuronales. Los investigadores que estudian el cerebro envejecido confirman que no mueren las neuronas, sino las conexiones entre éstas, sobre todo en el lóbulo frontal donde se aloja lo relacionado con el pensamiento y la memoria, detalló la experta universitaria.
De acuerdo con la especialista, el cerebro es, sin duda, la parte culminante de la evolución de la naturaleza, es lo que hace diferente a los seres humanos de los animales, en particular el lóbulo frontal, el último que apareció en la evolución y que se desarrolla durante la vida embrionaria.
“Huella cerebral”
Cada individuo, enfatizó, tiene cerebro distinto, aunque haya nacido de los mismos padres y crecido en el mismo ambiente; este órgano recibirá estímulos diferentes, de hecho se puede hablar de una especie de “huella cerebral” y se ha observado que esta conectividad interneuronal define capacidades como la inteligencia, carácter, rasgos de personalidad, etcétera, es como un hardware personal. Es decir, así están establecidas las conexiones del cerebro al nacer.
La investigadora del Instituto de Fisiología Celular mencionó que este órgano tiene una propiedad extraordinaria: la neuroplasticidad, que es la potencialidad del sistema nervioso de modificarse para formar conexiones nerviosas en respuesta a la información nueva, la estimulación sensorial, el desarrollo, la disfunción o el daño. Una persona puede ser inteligente, pero podría estar en un medio tan pobre que esta cualidad nunca alcanzará su potencial.
En la conferencia magistral “Las edades del cerebro”, la neurocientífica indicó que hablar de este órgano es hacer referencia a las neuronas, células específicas del sistema nervioso que permiten, en su mayoría, el funcionamiento de los más elementales actos como caminar y respirar, así como de los más complejos: resolución de teoremas matemáticos; ello se basa en las neuronas y la comunicación entre éstas.
Al participar en la 6ª Feria del libro de Ciencias de la Salud 2021, de la Facultad de Medicina, explicó que el cerebro tiene de 80 mil a 90 mil millones de neuronas que establecen cientos de comunicaciones entre sí y el estudio de este proceso es fundamental para conocer su fisiología y la patología.
Herminia Pasantes, también investigadora emérita del Sistema Nacional de Investigadores, expuso que en el desarrollo prenatal inicia el proceso de conectividad en el cerebro y las neuronas establecen las conexiones adecuadas. Una conectividad deficiente durante el desarrollo embrionario llevaría a los niños a padecer trastornos del espectro autista, por ejemplo, situación que les provoca problemas sociales, de comunicación y de conducta significativos.
Para mejorar esa condición, la psicoterapia es la única herramienta que permite modificar los patrones de conducta de niños afectados, y también la posibilidad de establecer sus conexiones neuronales de manera correcta debido a que en esta etapa de vida se presenta una gran plasticidad cerebral.
En la adolescencia, detalló, los seres humanos aun no logran la madurez cerebral, en ocasiones se alcanza más allá de los 21 años; es en el lóbulo frontal donde se procesan los elementos de maduración que caracterizan al adulto, como la percepción de riesgo, control de impulsos y toma de decisiones, de los que carecen los adolescentes y por ello realizan acciones imprudentes.
La neurocientífica alertó que entre las conductas de riesgo en esta población está el uso de drogas, cualquiera que sea su naturaleza, y cuyas sustancias actúan en el cerebro porque se parecen a los neurotransmisores y los suplantan.
Es decir, los neurotransmisores relacionados con las emociones son dopamina, norepinefrina y serotonina, y son también la base de la acción de cualquier tipo de droga, las cuales actúan en el cerebro porque se parecen a dichas biomoléculas que transmiten información de una neurona a otra.
Para mejorar la calidad de vida en la vejez, sugirió, la oxigenación en el cerebro del anciano es clave, por lo que es importante, en la medida de lo posible, salir a respirar aire limpio, realizar ejercicio físico y alimentación adecuada, y especialmente mantener la interacción social con ellos. El aislamiento social y la soledad también pueden ser perjudiciales para su salud cerebral.
Con información de la UNAM