Aun en situaciones y condiciones adversas como la emergencia sanitaria, laboran de manera permanente, día y noche, sin importar si son días de asueto, si la lluvia cae intensamente o el frío del invierno cala su cuerpo.
Los trabajadores de limpia conforman un “ejército” que recorre cada calle y avenida de ciudades y poblaciones para recolectar los residuos generados por la naturaleza o por la actividad humana.
“Su labor es esencial siempre, pero en este momento es todavía más importante, es aún más loable. Ellos han seguido trabajando de manera permanente y cotidiana, porque son indispensables para la operación de esta ciudad”, afirma Mireya Ímaz Gispert, bióloga y maestra en Ciencias en Ecología y Ciencias Ambientales por la UNAM.
Ese ejército humano de más de dos mil 700 barrenderos, divididos en tres turnos, mantienen limpia la metrópoli y, además, se ha convertido desde hace más de 17 meses en guardianes de la salud ciudadana.
A propósito del Día del Barrendero en México, que se conmemora el 8 de agosto, la excoordinadora del Programa Universitario de Medio Ambiente explica que en numerosos casos manejan materiales que no necesariamente son los que deberían recibir.
“Algunos desechos, que en su mayoría son biológico-infecciosos, tienen que ser manejados de manera adecuada, pero muchos ciudadanos no cuentan con esa información y duplican el riesgo para quienes los juntan, porque además si no recogemos la basura pues estaríamos inundados en esta”, considera.
Barrer y recoger desperdicios, continúa la académica de la Facultad de Ciencias, siempre es un riesgo porque nunca se sabe qué hay ahí. Sin embargo, los trabajadores no cuentan, en su mayoría, con la protección y el equipo debidos para el manejo de residuos como los generados por enfermos de la COVID-19.
“Y ese es un tema más de educación general que tenemos que hacer como país, en términos de que tu basura es tu responsabilidad, no es la responsabilidad de alguien más. Se tiene que garantizar que ese desecho termine en el lugar adecuado para que sea dispuesto en el lugar construido para ello”, resalta la también directora general de Atención a la Comunidad de la UNAM.
Actividad permanente
Sin fecha exacta de fabricación (1810 aproximadamente) ni autor definido, la escoba moderna tiene 211 años de creación, a principios del siglo XIX fue adaptada para empotrarse y manejarse mediante un mango.
Estos artefactos que se cuentan por miles en la capital del país para los fines de limpieza pública, son utilizados los 365 días del año en tres turnos: matutino, vespertino y nocturno; es decir, barrer calles y avenidas no tiene tregua.
Con base en información de la Secretaría de Obras y Servicios de la Ciudad de México, diariamente se recolectan 720 toneladas de residuos sólidos en la capital mexicana a lo largo de siete millones de metros cuadrados. El barrido se lleva a cabo en forma mecánica y manual.
A esta cifra se suman ocho mil personas más quienes se dedican a recolectar y separar diversos materiales para reciclaje, sin recibir pago alguno; sobreviven con las propinas que la población les da “por llevarse su basura”, como coloquialmente se dice, además de la venta de los desperdicios.
De acuerdo con cifras del INEGI, incluidas en la Encuesta Nacional de los Hogares 2017, hasta 65.4 por ciento de estos sitios no paga por la recolección; y del 34.6 por ciento que lo hace, la mayoría (78 por ciento) es a través de propina para los recolectores (contratados o voluntarios).
“Lo que más se barre son cubrebocas”.
Joaquín Hernández no llega ni al “tercer piso”, dicen sus compañeros al referirse a su edad (tiene menos de 30 años), y ya cuenta con varios años-distancia de frotar el asfalto con la escoba en una colonia de la alcaldía Iztacalco.
Está listo para el cambio de turno en la base situada sobre un camellón donde guarda -junto con sus compañeros- los emblemáticos vehículos metálicos cargados con tambos donde depositan la basura y también transportan las escobas y demás instrumentos de trabajo.
“No te olvides ciudadano que trabajo con esmero, no me mires con desprecio porque soy un barrendero”, se lee cortado un fragmento del “Himno al barrendero”, en una pared dentro del local.
Utiliza cubrebocas oscuro y anteojos, los cuales se empañan cuando responde en qué consiste su actividad y su experiencia durante los meses de la emergencia sanitaria por el SARS-CoV-2. Su labor es barrer y recoger residuos, así como la separación de la basura orgánica e inorgánica.
“Hasta eso hemos corrido con suerte, no ha habido como tal contagios, pero igual sí coincidimos con las medidas sanitarias; es decir, en las mañanas se lava el área de trabajo, tenemos máquina de desinfección, sanitizamos lo que son los camiones, los carritos, es lo que se hace antes de salir a barrer, también nos toman la oxigenación, o sea, tenemos las medidas necesarias”, explica.
Joaquín reconoce que en los últimos meses, a consecuencia de la pandemia, lo que más se barre en las calles son cubrebocas.
“Además, algunas personas sí te dan la basura separada y otras no. Otras sí te dicen: ‘eso es medicamento’, o ‘tengo un familiar contagiado, esto es de él’; o ya de plano después otros vecinos te dicen ‘ten cuidado con tal, que está enfermo’”.
Lo más raro y común que le sucede en su actividad en esta colonia, confiesa, es encontrar cosas que desechan de brujería o rituales, como es el caso de aves y otros animales muertos arrojados en la vía; veladoras, inciensos, por ejemplo. Como algunos trabajadores son eventuales y otros tienen sueldo, quienes “van al día” lo tienen que barrer, recoger; esa es nuestra labor.